domingo, 18 de diciembre de 2011

Benedicto XVI: ¿una profecía cumplida?

La elección del Papa Benedicto XVI, ha vuelto a situar en el centro de atención mundial las famosas profecías de San Malaquías, aderezadas por los vaticinios de algunos modernos augures. El supuesto cumplimiento de las predicciones del misterioso monje irlandés no puede atribuirse al simple azar y merece un examen ponderado.

Desde hace siglos, la elección de un nuevo Papa siempre ha estado rodeada de anuncios sobre las venturas –o desgracias– que tendrían lugar durante los años en los cuales ese nuevo sucesor de Pedro estuviera al frente de la Iglesia. Pero en este momento lo que produce asombro es que, al contrario de lo que podría esperarse, con la elección del primer Papa del siglo XXI dichos augurios han superado los que se prodigaban en la Edad Media y el Renacimiento. El eco que han tenido en los medios de comunicación las profecías de San Malaquías ha hecho que millones de personas estuviesen pendientes de confirmar si sus vaticinios se cumplían una vez más con la elección del nuevo titular de la Santa Sede.

¿Acertó de nuevo San Malaquías? ¿Es posible que estemos presenciando la consagración del penúltimo Papa?

«La Gloria del Olivo», o De Gloria Olivae en latín, es la divisa que define al papa 267 de la famosa lista profética. Antes de la elección, unos han creído ver en ella referencias a la posible procedencia del elegido en el sur de Europa –España, Italia–; otros lo interpretaron como un signo anunciador de que tendría una relación especial con el pueblo judío –la profetizada conversión de éstos poco antes del «Final de los Tiempos»–, puesto que su símbolo es el olivo; y algunos han propuesto que esta imagen podía ser una alusión adecuada para un pontífice que traería la paz al mundo (el olivo como emblema).

Tan amplio abanico de posibilidades dejaba bastante abierta la eventualidad de que el elegido cumpliera en algún sentido la profecía, un hecho que ha sido señalado por los críticos para cuestionarla, puesto que el acierto se deriva siempre de una interpretación indirecta del símbolo que sea. Incluso se calculó que al menos uno de cada diez posibles papables podía hacer buena, en uno u otro sentido, la divisa que San Malaquías había endosado al penúltimo sucesor de Pedro.

Pero el hecho objetivo es que en el caso del cardenal Joseph Ratzinger el cumplimiento de la profecía llega por dos caminos diferentes. Por un lado, el nombre escogido para su pontificado, Benedicto XVI, está inspirado en la memoria de San Benito, el fundador de la orden de los benedictinos en el siglo VI, que tanta importancia tuvo durante la Edad Media para el mantenimiento de la herencia cultural de la antigüedad. Una de las ramas más importantes de esta orden es conocida como «los olivetanos». Por otro, el símbolo también tiene una referencia muy directa con otro hecho: Ratzinger fue prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe –nuevo nombre del Santo Oficio o Inquisición– durante los 26 años anteriores. Se da la circunstancia de que, en el escudo de la Inquisición, una rama de olivo y una espada flanquean el símbolo central de la cruz. Por lo tanto, «la Gloria del Olivo» también viene como anillo al dedo para identificar a quien fue el jefe de los actuales inquisidores.

Que se cumpla así la profecía atribuida a San Malaquías sobre este sumo pontífice no deja de tener su interés, sobre todo si se considera que, en la cronología del papado establecida en el siglo XII por ese monje irlandés durante su visita a Roma, la lista acaba supuestamente con el que será su sucesor, a quien denomina «Pedro el Romano», prediciendo que apacentará el rebaño de los fieles en tiempos de tribulación y persecución, verá destruida Roma y deberá abandonar el Vaticano.

Las fuertes imágenes que acompañan el comentario al último papa también han dado lugar a diversas interpretaciones. Unos lo ven como el anuncio de un traslado de la Santa Sede de Roma a Jerusalén, otros como el final de la Iglesia católica –al menos en su forma actual– o con una transformación ecuménica de la misma, y algunos como «Final de los Tiempos», dado que la profecía concluye afirmando que, a continuación de Pedro el Romano, el Juez terrible juzgará al pueblo.

Según una de las numerosos augurios y estimaciones que han circulado recientemente, el último sucesor de Pedro podría empezar su pontificado hacia el año 2009 o 2010. Escrito por Ronald Conte, el libro La Biblia y el futuro del mundo, contiene numerosas predicciones sobre cómo serían supuestamente los próximos años para los católicos, y también para el resto del mundo

Otro supuesto profeta moderno, conocido sólo como «Dan», predijo en enero de 2004 que el sucesor del Papa Wojtyla llevaría el nombre de Benedicto XVI. En una página web especializada en predicciones, auguró que durante su pontificado, quien en el futuro será reconocido como «el papa de la paz», derribaría las paredes del Vaticano, subastando todos los objetos de valor que contiene para conseguir alimentos destinados a las personas necesitadas del Tercer Mundo. Después, «el papa de la paz» llevaría a todos los seguidores fieles a su martirio, «al pie de la cruz que está en el monte de los Olivos».

En todos los casos mencionados –algo habitual cuando se examinan profecías– nos encontramos con un lenguaje fuertemente simbólico que puede cumplirse de muy diversas formas. Esto no significa que sea arbitrario, pero sí que debemos extremar la prudencia al interpretar el significado de las imágenes. Muchas veces su sentido resulta evidente, pero sólo después que se han cumplido. Lo único que puede afirmarse sobre la profecía de San Malaquías respecto al papado de Benedicto XVI y, sobre todo, de su sucesor, es que parece anunciar claramente un cambio profundo y fundamental del rumbo de la Iglesia, en un contexto signado por una situación trágica. Y también que el momento al que se refiere no puede estar tan lejano, ya que estamos ante un Sumo Pontífice de transición que accede al trono de Pedro a la edad de 78 años.

1 comentario:

Lucas dijo...

La Gloria del Olivo y la Destrucción Repentina
La “gloria del olivo” está en su propio aceite de oliva, usado desde la antigüedad para ungir reyes y sanar heridas, pero también para pudrir yugos, imperios, autoridades (Isaías 10:27); este aceite es también símbolo de la unción del Espíritu Santo, sobreunción profetizada para la última generación cristiana gentil (no judía), el apóstol Pablo llama esta fase histórica, plenitud de los gentiles (Romanos 11:25 y Habacuc 2:14); y Daniel le denomina el último reino, que no tendrá fin, (Dn 2: 44-45, Ap 17:10).
Dios Padre, amó tanto al mundo que entregó su único hijo por este; y Cristo dijo al respecto, que su reino no era de este mundo, pero también aclaró que él no vino a juzgar al mundo y que tampoco rogaría por el mundo; entonces a quien le toca llevar a cabo estas funciones y responsabilidades, de reinar, juzgar y rogar por el mundo: ¿No es a su iglesia? Recuerde que aun en el milagro de los panes y los peces, Jesús, les menciona a sus apóstoles, que eran ellos los que tenían la responsabilidad de darles de comer a las multitudes.
Porque si la iglesia finalmente no establece el reino de Dios y su justicia en toda la tierra, entonces el cristianismo vendría a ser la estafa más prolongada y monumental en toda la historia universal del hombre. Repárese entonces, que muy pronto se reeditará la era apostólica y los pueblos tendrán y entenderán la necesidad de que una iglesia renovada, unida, llena de verdades y soluciones sociales, finalmente dirija este mundo.
Esta iglesia reinante establecerá en el mundo la paz y la seguridad, por la misma unción espiritual que contendrá, y cuando sea quitada de la tierra vendrá la destrucción repentina (1ª Ts 5:3); su reino no tendrá fin, porque esta iglesia reinante será arrebatada por Dios, para regresar siete años después con el Rey de Reyes y Señor de Señores, para restablecer este reino en la tierra por mil años más. Después del arrebatamiento, aquí en la tierra se culminará la dispensación gentil de la gracia y se reiniciará el trato con los judíos, a través de los 144.000, pero esto último ya será en la gran tribulación de siete años, que es la misma destrucción repentina.
El Vaticano o la ciudad en medio de las siete colinas sigue representando al imperio romano, El apóstol Juan detalla su final en la historia, antes de todos estos acontecimientos proféticos (apocalipsis capítulos 17 y 18). Le invito a leer los textos y capítulos bíblicos sugeridos y “La Subestima de la Biblia, del Calendario Maya y de sus Ciclos Históricos” en http://www.lucasblancoacosta.com/maya-biblia.php