lunes, 17 de octubre de 2011

Can Bogunyà: el pantano maldito de Terrassa

No sé a ustedes, pero a mí personalmente no hay cosa que me dé más canguele que un pantano pequeño, oscuro y silencioso en plena noche. Quizás sea un trauma infantil, cuando mi padre me llevaba de pesca nocturna a un pantano cercano a mi pueblo y a las primeras de cambio se iba a dormir al coche… y allí me quedaba yo, caña de pescar en mano disfrutando de los sonidos de las alimañas nocturnas y de los azarosos chapoteos cercanos en aquellas negras y frías aguas. Y eso que en aquel pantano, a diferencia del que os mostramos hoy, no existía una larga lista de ahogados en extrañas circunstancias ni tampoco existía a escasos metros de distancia un viejo hospital abandonado con una de las leyendas negras más famosas del España.




El pantano en el que nos damos hoy un chapuzón se conoce como pantano de Can Bogunyà, o LLac Petit (Lago pequeño en castellano antiguo), y se encuentra a unos seiscientos metros del conocido Hospital del Torax de Terrassa, a unos veinte kilómetros de Barcelona. El pequeño lago fue construido a principios del siglo pasado por el dueño de la finca, posiblemente para tener una reserva de agua para el regadío de sus cosechas. La cosa es que las cosechas desaparecieron y el pequeño lago de apenas diez mil metros cúbicos quedó para uso y disfrute de ahogados, algunos naturales, otros no tanto…




El primer ahogado formal data de 1925, un tal Antolí Balbé, que inauguró el macabro ranking del lago. A partir de ahí, el goteo de fiambres es constante hasta la fecha. Con el paso de los años los fiambres que aparecen flotando en sus aguas van aumentando sin hacer distinciones de ningún tipo; desde niños y adolescentes que se ahogan porque sí, como los de toda la vida, hasta otros que aparecen maniatados y envueltos en lonas.

Pese a la cercanía del lago a una gran metrópolis como Barcelona, el lugar se encuentra bastante aislado del mundo, rodeado de bosques de pinos y barrancos. No es de extrañar que personajes un tanto oscuros lo tengan como lugar privilegiado para deshacerse de lo que les sobra, y entiéndase por igual en las sobras tanto cadáveres como vehículos de toda índole que según parece se amontonan en el fondo del pantano. Los más vagos ni tan siquiera llegan al lago, y dejan a los cadáveres en los barrancos de los aledaños, donde se han encontrado unos cuentos en los últimos años.








Con semejante currículum, no es de extrañar que los lugareños lo tengan como lugar maldito, aunque posiblemente se trate más de un tema de precaución ante los vivos que de miedo a los muertos, ya que lógicamente el lugar no está exento de rumores sobre apariciones espectrales, voces y lamentos y otras historias de índole paranormal.

Sobre este último aspecto, poco podemos comentar ya que no existen testimonios serios. Pero el que lo quiera comprobar no tiene más que acampar una noche junto al lago, y si el tiempo se pone malo no hay problema, a un tiro de piedra no hay que olvidar que está el Hospital del Tórax, donde uno puede resguardarse de las inclemencias del tiempo y pasar una noche de lo más tranquila y apacible.

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